3/06/2009

Bar Ricardo

Ella era consciente de ser el cliente más distinguido -con todo el rintintín que eso implicaba en un barrio como el suyo- del bar Ricardo. Seguramente era la primera clienta que se sentaba a beber un quinto acompañada de un libro. Más bien, seguramente era la primera clienta que acompañaba algo en el bar Ricardo de un libro. Esta vez no quiso cobrarle y eso le incomodó.

No tanto como en otros bares, pero le molestaba la idea de que la invitaran y que pensaran que volvía sólo por eso. Esta vez estaba claro que no era así, sin embargo, insistió en pagar la pequeña bebida alcólica que había consumido mientras leía con fervor su best-seller del momento, los niños de la mesa vecina corrían por el bar mientras sus padres parloteaban a gritos de un tema sin importancia elevando el volumen de la voz por encima del de la televisión los borrachos del otro lado de la barra. No lo consiguió, y es cierto que desistió muy pronto. Antes de salir por la puerta, se llevó unos cuantos piropos -igual que al entrar- y constató que la mujer del Ricardo no trabajaba esa noche. Los piropos le divertían y había conseguido saber sobrellevarlos de manera que ya ni le hacían sonrojar, incluso a menudo, podía responder con alguna frase ocurrente o educada que mantenía a raya al interlocutor, pero le mostraba cierta simpatía (siempre que éste no se hubiera pasado de la raya, en tal caso, se lo hacía saber).
Se había acostumbrado a ser una especie de niña bonita, que sabe que no es bonita y por eso se deja tratar como tal. Al mismo tiempo, continuamente tenía la sensación de estar de paso en ese rol, de poder desempeñarlo por saber que no era el suyo. Sólo había una cosa que la aterraba de ese rol: acostumbrarse a él y que eso fuera, más adelante, uno de los motivos por los que le diera miedo envejecer.
Sabía perfectamente que la vejez es cuestión de actitud, un gran número de personas que la rodeaban y le doblaban la edad o casi se la triplicaban se lo demostraban cada día. Pero también sabía que los argumentos racionales no sirven y que podemos apropiarnos de las experencias cercanas para algunas cosas, y no para otras. La inseguridad se manifiesta en los lugares menos esperados.
En todo caso, no podía hacer nada para remediarlo, así que decidió aparcar el tema hasta que este se impusiera por el paso del tiempo, o porque ese mismo paso del tiempo desplazara la importancia del tema hasta un rincón al que no prestarle ningún tipo de atención.

 
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