Pero el rechazo es diferente a "que te dejen", a que te extirpen la decisión que habías tomado de apostar por alguien, de estar con esa persona, de compartir tu intimidad con ella; y como mínimo desde ahí, construir algo juntos, puede que tan sólo una cotidianeidad.
El rechazo es diferente al abandono. A pensarte acompañado y quedarte solo. Saberte solo.
Y eso me ocurrirá con la "sanfte Welt". Esa "sanfte Welt" a la que un día tuve el despiste desenfadado y sano de decirle que nunca me habían dejado, permitiéndola así hacerse un cuadro de situación diferente al que yo vivía, tal vez más ajustado a la realidad; pero lleno de esquemas y proyecciones previas. Un cuadro en el que mi figura era una figura central que siempre había tenido lo que había querido, una figura fuerte que siempre había abandonado, pero nunca había sentido el desgarro de una decisión impuesta desde un yo para con un nosotros.

Así que cuando él me deje recordaré ese despiste, pero también esos muchos intentos de hacer bromas -a veces arriesgadas- con temas delicados, que yo pensaba que sólo (o principalmente) podían normalizarse a través del humor.
Como el de hoy.
Parece que hay lugares y ocasiones en las que aun hablamos cada uno idiomas diferentes. Y esas lenguas no se refieren a un léxico distinto, sino a una forma de estar.
Cuando él me deje, me dolerá. Será un dolor tan nuevo, como previsto.