8/09/2010

Encuentros virtuales, y puzzles cotidianos

Estaba a punto de irme a dormir: cerrar todas las pestañas del navegador, apagar el ordenador y acostarme. Alguien me interpeló por el chat del facebook, no contesté; pero seguramente por inercia, comprobé quién más estaba conectado. Germano-banano. Tres días antes había tenido una breve conversación con Marta sobre él. Nada insólito, las pocas veces que Marta y yo nos vemos dedicamos el principio de la conversación a ponernos al día sobre nuestros amigos comunes. A veces alargamos el tema durante todo el encuentro para dejar que el cariño disimule que hay épocas en las que no tenemos nada que contarnos, ni un lugar común en el que aterrizar.

Ese repaso a modo de titular sobre la vida de germano-banano lo rescató de un estado catatónico en mi memoria, según el cual estaba en Londres y su vida no discurría de otra manera que "estando en Londres".

Chateamos más de una hora





Aun no me he acostumbrado a los encuentros virtuales con aquellos de cuya vida presente no me he hecho una imagen clara. Es como si necesitara tener primero el cuadro al óleo para después introducir los píxeles.
La conversación se desarrolló a trompicones, de manera inconexa; mas sin sordera. De repente, volvió a cobrar textura esa persona que durante un tiempo había sido una pieza importante en mi puzzle social cotidiano, que más tarde había tenido que reestructurar y ubicar en un lugar menos tangible; y que ahora en mi cotidianeidad simplemente vagaba por el rinconcito de los seres queridos a quien no hace falta a penas cuidar mucho, porque hay un cariño asentado difícil de perder, olvidar, pero también a veces de confirmar en lo concreto.

Anoche no me reencontré con germano-banano desde mi yo-presente para redibujar su imagen y percibirlo tal y como es hoy. Fue un encuentro más, como muchos otros chats, tal vez más "desaliñao"; uno de esos encuentros que me confirmaron que seguía consituyendo una pieza de mi puzzle a la que no sabría renunciar. Un encuentro virtual que, a pesar del tiempo transcurrido, no necesitó de grandes anuncios, narraciones, relatos o regalos para saber que se podría dar una y otra vez, porque la calidad de la relación (el Kern) está más allá de un encuentro aquí o allá, al mismo tiempo que los necesita. Anoche simplemente vimos que nos podíamos volver a encontrar, ver y escuchar, de una manera u otra, y eso no tenía por qué tener nada de especial. Simplemente podía ser y era.
 
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