2/21/2010

Reproducciones oníricas de la tristeza

Era un piso medio vacío, frío, de esos construídos en los años 80, con el suelo de piedra dura de cocina, las paredes blancas con rebozado y las puertas de un material que imita a madera, pero que es obvio que no lo es.
Como digo, el piso estaba medio vacío, o vacío entero, detrás mío había un ventana que dejaba entrar luz, un luz grisácea fruto de un tiempo nublado y lluvioso.

En una silla, delante mío, estaba Emilia; alegre, sonriente. Ella sabía que yo estaba allí, y eso también contribuía a su alegríaa, pero no podíamos comunicarnos, entre nosotras había esa distancia que se interponía entre nosotras cuando llevábamos mucho tiempo sin vernos y nos daba miedo no tener ya nada en común, esa distancia que se acortaba y desaparecía con el trato diario.
Ella estaba sentada y sonriente, de repente, hablaba con L, su amiga, que acababa de entrar, con silla de ruedas incluída, desde una puerta que daba a un patio, aunque estábamos en un piso alto. A un patio hundido con luz de atardecer y farolillos de colores.

Emilia estaba allá y yo no podía hablar con ella, porque sabía que estaba soñando y que Emilia Llorca estaba muerta. Así que empezaba a llorar, muy fuerte, para queme oyeran fuera del sueño, cada vez más fuerte, para deshacerme de la tristeza...y ella seguía sonriendo, ajena a esa tristeza que no iba con ella. Ahora estática, porque esa imagen -y yo era consciente de eso- la tenía yo congelada en mi retina. Por eso, lloraba fuerte, muy fuerte; para que la tristeza se colocara allá donde pertenecía, fuera del sueño, y yo pudiera con mi consciencia-sueño, recrear una situación en la que hablara con ella.

Pero no podía para de llorar, no podía controlar el sueño.

Después el sueño continuaba, en el patio, con gente de La Barceloneta, su presencia de alguna manera en la casa de al lado del patio que ya no era el piso, sino un espacio más acogedor; su hijo pequeño también sonriente...

Y ahora la tristeza ya está donde tenía que estar. Y yo no puedo parar de llorar.

Es curioso como la lógica de los sueños se vuelve a veces surreal, pero también aplastantemente burda: tenía que llorar más fuerte para que la tristeza saliera fuera del sueño.


 
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